Opinión | 19/11/2011 - 00:00h
José Antich
Director La Vanguardia
La última jornada electoral en Catalunya tuvo un final amargo: el esperado debate entre candidatos no se pudo celebrar porque la ministra de Defensa y candidata del PSC, Carme Chacón, lo boicoteó. Detrás de la explicación pública de problemas de agenda –la realidad es que a aquella hora no figuraba nada– la campaña socialista se ha caracterizado en la recta final por evitar zonas de riesgo para la candidata y una sobreprotección para que no cometa errores. También por fijar su inmediato horizonte político sin esperar a la noche del 20-N: el asalto al PSOE, aparentemente incómoda con los debates de la política catalana, quizás por su permanente alejamiento de la realidad. No deja de ser sorprendente lo fácil que es envolverse con discursos de proximidad al movimiento del 15-M y sus demandas de mayor calidad de la democracia y simultáneamente negarse a debatir con los representantes de CiU, PP, ERC e ICV. Así se cerró la campaña en que los votantes deberán dilucidar en las horas que faltan cómo se resuelve el empate técnico que pronostican las encuestas entre los tres grandes –socialistas, nacionalistas y populares– y el papel de las dos formaciones más pequeñas, republicanos y ecosocialistas. También, cómo quieren que sea la mayoría absoluta que dan a Rajoy todas las encuestas. Los últimos mensajes de empezar a adoptar decisiones a partir del lunes transmiten la confianza que el candidato tiene en los resultados. Sobre lo que pueda suceder a partir del domingo alertaron Duran Lleida y Mas también en el cierre de campaña apelando a que la singularidad catalana de un partido nacionalista fuerte y que gobierna Catalunya también tenga su reflejo en las votaciones del domingo.
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