dimecres, 10 d’agost del 2011

DE VUELTA A LOS ORÍGENES


Después de unos años de euforia económica general, aunque no para todos, nos damos cuenta que, si escuchamos nuestro entorno cercano e incluso a los más escépticos, nos rodea cierto sentimiento que hace que quedemos totalmente sorprendidos de la evolución y el rumbo de las cosas. Entre estos escépticos, por llamarlo de alguna manera, hay quien lo arregla con un “ya lo decía yo que esto no podía durar...” También están los otros, que son los que piensan que en algo hemos fallado, no hemos escuchado. No hemos sido capaces de cumplir con la obligación que teníamos de transmitir valores morales duraderos en les relaciones humanas pero tampoco en la toma de grandes decisiones económicas. Nuestros mayores, los más adultos, han sido apartados sistemáticamente y hemos menospreciado su sabiduría y experiencias. Pasa constantemente y continúa pasando en nuestra sociedad. No escuchamos sus experiencias y, en cambio, no paramos de sentir decir aquello de: “ya lo veíamos venir...” o “es que no se puede vivir permanentemente a crédito, ni se puede gastar todo lo que se gana, ni nos debemos dejar llevar por las modas, ni por lo que hace el vecino”. Sin duda, la edad y las canas acumulan experiencia i sentido común. Solamente pretendo reflexionar sobre ciertos aspectos de la vida. ¿O a nuestros padres y madres les agradaba barrer la acera de delante de casa? ¿O su parte de escalera? ¿O arreglarse el piso los fines de semana para casarse? ¿O ahorrar y no salir para comprarse una lavadora? Seguramente no, pero lo hacían, porque querían para nosotros todo lo que no pudieron tener ellos. Todos tenemos derecho a progresar, pero no debemos olvidar que el progreso nos viene dado, sobretodo, por el sacrificio de les generaciones que nos preceden y, por sentido común, estamos obligados a mirar adelante y aportar e inculcar a nuestros hijos unas bases sólidas para que lo disfruten, pero que también puedan traspasar estos valores a sus hijos. Hoy en día se hace necesario recuperar las lecciones de nuestros padres y abuelos. Necesitamos rehabilitar los valores básicos y reconocer que hemos sido un poco inconscientes. Escuchar a los abuelos quizás haga que encontremos la sabiduría para hacer el camino de forma diferente. Aun estamos a tiempo, aprovechemos nuestras raíces y principios para poder extraer una buena lección. Busquemos donde encontraron ellos realmente la felicidad, y nos daremos cuenta que no fue en los bienes materiales sino en los ratos en familia, en el afecto y el placer de vernos crecer, el valorar pequeñas cosas y el dar más que el recibir. Pensemos en la responsabilidad que tenemos sobre los que vienen detrás y sepamos transmitir el valor de saber escuchar primero y después recapacitar antes de actuar.

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