dimarts, 22 d’octubre del 2013

‘Again’, de Pilar Rahola en La Vanguardia

Si los prolegómenos del choque institucional son como estos, ¡qué pesado será cuando los tiempos se aceleren! Porque lo de estos días con el feo al president Mas en Foment, y ahora con el Foro del Mediterráneo, donde no le permitirán que salude a los presentes, es de una vulgaridad infantil irritante. En mi ingenuidad, pensaría que los estados son entes más serios, que cuando tienen un conflicto territorial de mucho calado lo resuelven de manera inteligente y, sobre todo, que los líderes políticos tienen más altura que la propia de una pelea de barrio. Pero será que soy demasiado optimista porque, visto lo visto, todo esto es bastante patético.
¿De qué se trata? ¿De poner a Artur Mas de cara a la pared porque ha sido un niño malo? ¿De demostrar que el todopoderoso Estado puede hacer lo que le da la gana, representación institucional catalana incluida?
¿Se trata de recordarnos que tenemos “autonomía” por gracia divina del reino y que con la misma gracia pueden desmontarla? ¿O es peor, y tal vez se trata de demostrar que en España no hay debate territorial posible y que las autonomías sólo son respetadas si no incomodan al papá Estado?
Porque es evidente que ninguna de las explicaciones que se han dado sirven para entender por qué se dedican a marearnos ahora con el protocolo, cuando era de las pocas cosas claras. Tanto en el caso de Foment, donde es insólito que el president no cierre un acto en Catalunya, siendo la máxima autoridad (como han dicho los expertos en protocolo, no podía haber presidencia “en funciones” cuando Rajoy estaba haciendo de presidente), como con el lío que ahora montan con el Foro. Si los presidentes autonómicos, desde Maragall hasta Bauzá, han dado siempre la bienvenida, ¿a qué viene ahora ningunear al actual presidente de los catalanes? ¿Es para demostrar que es persona non grata, que a los malos se les deja sin agua, que cuando Catalunya ruge, el imperio contraataca? Quizás no se trata de ello, sino que les ha cogido un ataque de pánico porque Artur Mas saludaría en perfectos inglés y francés y dejaría en evidencia el dominio castizo de idiomas que tienen los del Ejecutivo español. Un ridículo de los que merecen ser vistos con palomitas. Sea como sea, no es lógico que el Estado responda a un problema complejo con Catalunya por la vía del palo y el desprecio. ¿Creen que haciendo estos feos de manual van a resolver algo? Si fuera el caso, ¡qué estrechez de miras! Pero como no creo que sean tan cerriles, la conclusión es peor: han decidido usar el poder como castigo. El Estado manda y quiere que lo sepamos, y por eso viene a Barcelona subido al caballo, ninguneando a los líderes “locales”.
Pero esa actitud de macho alfa puede que tranquilice a las huestes de las FAES, pero ni acalla el problema catalán, ni lo tranquiliza. Sólo sirve para demostrar que, cuando no hay ideas, los hay que marcan paquete.

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