dimarts, 18 de febrer del 2014

Carta abierta a los firmantes de la Declaración de Barcelona


Apreciados señor Albert Peters, señor Erwin Rauhe, señor Gerhard Esser, señor Sebastián Trivière-Casanovas, señor Carlos Wienberg, señor Andrés Gómez y demás firmantes (hasta 54, según las informaciones de los medios de comunicación).

Mi nombre es Thomas Spieker. Soy ciudadano alemán y hace 43 años que vivo y trabajo en Catalunya, unas veces como empresario y otras por cuenta ajena. Desde hace unos años también soy columnista en algunos medios regionales del país. No pertenezco a ningún club o asociación alemana, siempre he querido integrarme entre los ciudadanos autóctonos, aunque sin esconder mis raíces. Hoy me siento como un catalán de origen alemán, porque como muchos otros, yo también he aprendido a querer el país después de conocerlo para acabarlo convirtiendo en mi patria por elección propia.

Su ‘Declaración’ me ha sorprendido. Cuando estudiaba empresariales en Berlín, mis profesores ya me habían advertido que se había de ir con pies de plomo si se mezclaban demasiado la política y el mundo de la empresa.  De hecho mi carrera me lo ha confirmado. Y parece que tampoco soy el único que considera su manifiesto más merecedor de un monumento a la intromisión indeseada, que de las simpatías de los catalanes, dado que si no, la multinacional BASF no se habría distanciado al día siguiente de su publicación. Seguro que ya se han dado cuenta que las reacciones, tanto por parte de los políticos como de los ciudadanos, oscilaron entre variadas y vehementes.

Los políticos catalanistas de izquierda (entre otros Joan Tardà de ERC), los acusan incluso de haber comparado el nacionalismo catalán con el nacionalsocialismo alemán. Esto puede parecer un poco exagerado, pero no podían esperar mucho más ante su advertencia superficial y generalizadora: „Alertamos de los peligros de un fervor nacionalista, que en el último siglo ha traído sufrimientos inconmensurables sobre Europa y que tampoco traerá nada bueno para Catalunya“. Sobretodo, porque con su dedo sólo señalaban el nacionalismo catalán. Si hubiesen observado el clima político un poco más de cerca, seguro que se hubiesen dado cuenta que el nacionalismo español es mucho más agresivo. ¿Pueden imaginarse lo que pasaría en Alemania, si el gobierno federal tratase de obligar por ley a las regiones (Länder), por ejemplo Baviera, a ahuyentar de las escuelas su dialecto propio, para impartir a desde ese momento las clases de matemáticas o historia exclusivamente en ‘alemán neutro’? Pues fue precisamente ese el objetivo del Gobierno central de Madrid cuando su ministro de Cultura José Ignacio Wert declaró en el Congreso, que su intención era “españolizar” los niños de Catalunya. E incluso cuando una minúscula minoría de catalanes coincide con éste objetivo (igual que seguro habrá ciudadanos en Baviera que aplaudirian que sus hijos fuesen educados en alemán ‘neutro’), utilizó este argumento para invadir una competencia que fue traspasada al Govern de la Generalitat hace más de 30 años y que hasta ahora se ha mostrado plenamente eficaz, igual que funciona el multilingüismo en Suiza, por ejemplo.
Su declaración ha ofendido a mucha gente en este país. Esto pasa, por regla general, cuando sólo se mira un lado de la moneda. Y se lo ha puesto en bandeja de plata al corresponsal en Madrid del Frankfurter Allgemeine Zeitung, Leo Wieland, que nunca desaprovecha una oportunidad para repartir golpes a las ganas de liberarse de los catalanes. Igual que los medios madrileños de la derecha radical también han utilizado el manifiesto para sus propios fines. Incluso el Presidente Mas ha tenido que intervenir con una declaración para intentar relativizar su escrito, que lamentablemente no se ha valorado como un análisis, sinó como un ataque.

Naturalmente, nada está más lejos de mi voluntad que cuestionar su libertad de opinión o su legítima preocupación por la estabilidad económica de Catalunya. Lo que sí cuestiono, es su falta de objetividad, su inequívoca toma de partido por una opción política que es la del Partido Popular español (por el que incluso algunos de ustedes han hecho campaña en las últimas elecciones), que en el país en el que viven como personas y trabajan como empresarios o directivos de empresas líderes alemanas o europeas, sólo recibe el apoyo de una ínfima parte de la población. ¿O se piensan ustedes que representan las únicas compañías internacionales con intereses en Catalunya? ¿Qué opinan de la cadena hotelera Hyatt, que acaba de invertir 200 millones de Euros por la adquisición de la Torre Agbar, o del consorcio chino Hutchinson, que quiere convertir el puerto de Barcelona en la mayor terminal semiautomatizada de contenedores del sur d’Europa con una inversión de 420 millones de Euros, o del multimilionario Amancio Ortega (Zara), que ha comprado a lo largo de los últimos años fincas y edificios en el centro de Barcelona por valor de más de 500 millones de Euros? ¿Piensan que los directivos de estas empresas no han valorado las implicaciones del movimiento independentista catalán?

Obviamente, es cierto que el capital, a parte de rentabilidad, busca también sobre todo un entorno estable. Pero si se hubiesen esforzado un poco más en su análisis, se hubieran dado cuenta, sin lugar a dudas, que son precisamente la estabilidad económica y el crecimiento los principales motores de los anhelos independentistas del pueblo catalán, que es conocido en todo el mundo por su carácter emprendedor. y es que, según la opinión de afamados expertos macroeconómicos a nivel mundial, la falta de inversiones por parte del Estado Español en Catalunya, que prefiere invertir en vias de AVE hacia el desierto de Extremadura o en un innecesario nuevo anillo de circunvalación viaria alrededor de Madrid en una cacería de votos, perjudicará la economia catalana mucho más que la separación de una unión que España ha tratado incluso a lo largo de los últimos 35 años de democracia mucho más como la relación entre una vaca y quien la ordeña a diario, que como una relación entre gobiernos con idéntica legitimación. Y a todo esto se ha de añadir la dominación cultural y lingüística, que tiene como única finalidad reprimir cualquier signo de catalanidad.

Lamento enormemente que con su carta hayan ofendido precisamente aquel pueblo del Sur de Europa que, por sus características, más se parece al pueblo alemán. Quizás un día quieran volver a reconstruir los puentes que han destruido con tanta ligereza y decidan impulsar una nueva amistad catalano-alemana. Si así lo desean, estaré encantado de ayudarles.

Muy cordialmente

Thomas Spieker

http://es.helpcatalonia.cat/2014/02/carta-abierta-los-firmantes-de-la.html?spref=fb

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